Hoy, viendo la pelea de Kina me he sentido, extrañamente, más peruano.
Si alguna vez te ha pasado similar, sabrás entenderme. Hablo de esa sensación de orgullo por el éxito ajeno, por el logro de alguien con que el no guardas ningún vínculo inmediato.
Kina me ha tenido pegado al televisor, sufriendo como se sufre cuando se es incapaz de ayudar a tu chica en problemas. Aguantando la respiración de tanto golpe que le propinaba la rival en el sexto round. Y al final, casi lloro cuando Kina Dinamita se quebró de emoción. Su victoria nos la dedicó a todos nosotros: sus hermanos los peruanos. No resultó fácil, la pelea fue dura y pareja como se vaticinó, pero ella defendió su título con el ejemplo que debemos seguir: avanzando siempre adelante, y a pura fuerza y coraje conseguir ganar, pero ganar con el corazón grande, como el de ella, tan grande como el título de campeona mundial que nadie le ha podido arrebatar.
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