“Haré música hasta que Dios me diga: Hasta aquí llegaste, Tigresita”
Cuando la vi supe que era ella. Salió de la oficina del dermatólogo y, con gracia felínica, sorteó a cuanto sorprendido curioso se le cruzaba para saludarla, tímidamente, en el pasadizo de la clínica. Tenía prisa, sí, pero su corazón de charapa buena, más fuerte que cualquier apremio, se impuso primero, obligándola a soltar sinceros agradecimientos y prodigar sonrisas y besos volados como quien arroja confeti al aire, bajo la atenta mirada de su escolta personal: dos hombres vestidos de negro y una mujer con el celular en la mano.
La Tigresa del Oriente, nombre artístico de Judith Bustos Aguite, saltó a la popularidad cuando su video "Nuevo Amanecer" rebasó los 5 millones de visitas en youtube el año pasado, y se convirtió en reina indiscutible cuando llegó a los 11 millones; por encima de artistas de la talla de Madonna, Shakira y Paris Hilton, e incluso las tres juntas. ¿Habrá sido ese duendecillo travieso, que algunos insisten llamar destino, quien obró mágicamente a favor de La Tigresa? O acaso el azar, golpe de suerte, la hizo brillar como las grandes, o tal vez es como lo explica ella misma, Judith Busto, cada vez que le responde a uno que otro incrédulo: "Trabajo, perseverancia y mucha fe en el don que Dios me dio".
Mi tiempo lo divido en pedacitos
Lleva puesto lo necesario para llamar la atención: tacos altos, gorrita ‘reggaetonera’, coquetamente ladeada hacia la izquierda, la ‘pashmina’ y su breve polo son atigrados, para no olvidar que ella es la única Tigresa del Oriente, autora del video más visto en todo el mundo. La chaqueta de cuero es color marrón. Todo en ella parece rejuvenecido, tanto su vestimenta como su maquillaje milagroso, y ni hablar de su pantalón elástico color naranja que, a decir verdad, constituye otro poderoso motivo de interés y casi podría confundirse con una segunda piel por lo ajustado que está.
Verla es una alegría y también alivio, no es para menos, que lo digan las cinco interminables horas de tortuosa espera, sobrellevadas con paciencia, en la clínica Casa de la Mujer de Chorrillos, el lugar acordado para la entrevista. Entre conciertos, entrevistas e invitaciones a programas de espectáculos, la señora Judith debe ser la artista más ocupada en esta ciudad de cielo tupido, bajo y gris panza de burro. "Ay, hijo, discúlpame. Lo que pasa es que ahora estoy full ocupadaza y mi tiempo lo divido en pedacitos. Estamos en finalización de la segunda producción discográfica. También, acabamos de grabar dos videoclips: El reggaetón del suri’ y ‘felina’. Si eres mi fan debes de haberlo escuchado", esto último lo dice mientras sonríe pícaramente y posa su mano sobre la mía, tal vez para romper el hielo. Le pregunto, qué se siente ser la reina del youtube y me sorprende cuando dice “Bueno... casi nada". Lo piensa mejor y añade "Al comienzo sí, estaba súper feliz, no sabía si llorar, saltar o gritar al ver que yo, una humilde mujer, hacía bailar a tanta gente con mi música".
Y sobre la satisfacción más grande que haya sentido La Tigresa del Oriente, me responde que "En Estocolmo, Suecia, mi tema 'Nuevo Amanecer' fue elegido mejor canción del año 2007. Eso me emocionó un montón. Hasta ese momento yo creía que era imposible, que no se podía dar este tipo de cosas, pero ya ves que sí".
De la Tigresa su internacionalización
Cuando su nombre empezó a rebotar en el ciberespacio, su vida dio un vuelco inesperado, "primero empezaron a llamarme de diferentes países para felicitarme por mi tema. Me decían: ¿hablo con la señora Tigresa del Oriente?, quiero decirle que estamos llamándola de Venezuela porque su canción la está rompiendo". Luego, no tardaron en llegar las invitaciones de entrevistas a diferentes programas nacionales e internacionales. "A mi se me han ido muchas oportunidades de la mano, porque cuando colgaron el video en youtube, me llamaron de Madrid, España, pidiendo requerimiento para viajar allá. Y yo dije: ¿qué cosa es requerimiento?". Le causa gracia lo que acaba de decir y ríe de buena gana tapándose la boca con la mano en un arrebato de sinceridad. "Al día siguiente me volvieron a llamar: Tigresa, tigresita, acá en Madrid te queremos muchísimo. Tu Nuevo Amanecer es una canción hermosa, la melodía, la letra es linda. Te queremos traer, Tigresa, manda el requerimiento. Yo no lo creía, te lo juro. Yo decía: estaré soñando". Judith habla haciendo bailar sus manos. El fondo caramelo de sus ojos brilla como una sonrisa abierta cuando, en el silencio, reconstruye con especial agrado estos momentos.
Lo que sí sorprendió a todos fue el contrato que la Tigresa hizo con la Warner Music de México, quién ahora tiene el derecho, por todo un año, de reproducir, publicitar y difundir sus canciones convertidas a remix y antromix. "Puedes imaginarte que yo no sabía lo que era la Warner. Yo le dije al señor: disculpe mi ignorancia, ¿qué cosa es la Warner? El señor se sonrió y dijo: perdón, tigresita. La Warner es una sala de grabaciones como tienes en tu país, pero con la diferencia que aquí han grabado Shakira, Madonna, Luis Miguel, Paulina Rubio, los grandes. Y nosotros queremos tener el honor de tener a una peruana".
Tanto brillo encegueció de envidia a muchos porque, así como tiene grupos de fans en diferentes países, a la Tigresa le sobran detractores que no dudan en ningunearla y descalificarla como artista. Le han dicho que carece de formación vocal, los más generosos, y los menos cordiales, la han tildado de ridícula, desafinada, loca, vieja y que su música es todo menos música y tal vez sí un purgante sonoro. “Las críticas a mi me tienen sin cuidado, no les doy importancia. Hay críticas constructivas y destructivas. Las destructivas las boto al tacho porque traen malas vibras. Sobre todo, vienen de personas renegadas, envidiosas y frustradas”, enfatiza mientras levanta levemente los hombros, pestañea y retorna a una postura relajada.
Interrumpo cuando empieza a contarme que hasta las jovencitas le tienen envidia, le hago recordar que en el programa de Beto Ortiz, su amigo, entrevistaron a un psiquiatra que cuestionó la salud mental de ella. “Beto Ortiz busca rating. A mí me ha dolido su crítica. Él es un picón y un frustrado porque Dios le dio la apariencia de hombre pero en el fondo no es hombre. Quiere ponerse tacos y calzones y como no puede, es una persona renegada que busca desahogar su frustración haciendo daño a los demás”, termina la frase con el índice derecho en el aire, amenazador, elevándose al mismo tiempo con el tono de la entrevista.
Garras y lágrimas
Se nos acerca Violeta, la representante de Judith, para decir que debemos avanzar porque pronto tocará turno en la sesión de masajes. Rumbo al ascensor que nos llevará al cuarto piso, la señora Bustos me explica que le hicieron mucho daño a su persona, que su trabajo es interpretar un personaje y eso deben entender, que fue una ligereza y mala leche decir que sufría de trastorno bipolar. También me confiesa que se descontrolaría y, quizá, le patearía a Beto Ortiz si lo viera otra vez. Le creo, casi puedo imaginar lo que debe sentir. Una raya más a la tigresa no la va a matar, todo lo contrario, la hace más fuerte, le da ese impulso que necesita para saltar y arañar sus sueños. Esto lo tiene en claro, el camino será largo y empedrado. En realidad, siempre lo fue para ella desde el momento en que se aferró a la vida cuando su madre la tuvo sola en un campamento cercano a Constancia Algodonal, un pueblito de Iquitos. “Pasó una hora, dos horas y mi padre no regresaba de trabajar. Yo ya estaba morada y lloraba despacito. Mi madrecita decía: mi bebe, mi hijita se me muere, se me muere. Cuando por fin llega mi padre, mi madre le dice: ven, corta el ombligo de la bebe”.
Sobrevivió, sí, pero la niña tuvo que crecer rápido. "Mis padres tuvieron dieciséis hijos. Yo habré sido la número diez. Desde pequeña me daba cuenta de nuestra situación, veía la carencia de mis padres, la necesidad de mis hermanos. Y yo me dije: No, esta pobreza yo no la quiero. Judith, tienes que luchar para ser alguien en la vida, tienes que triunfar". Su silencio es precedido por un suspiro profundo que vanamente intenta reprimir. Los que esperan turno en el gimnasio nos miran con curiosidad. “Pero a pesar de todo éramos felices”, me dice, antes de voltear la página de recuerdos tristes. “Cuando era chiquilla me escapé del colegio para concursar en un programa de radio. Mi madre nunca se enteró”, dice y sonríe como niña después de una travesura. "La segunda vez que me presenté a un concurso, fue cuando trabajaba como empleada del hogar aquí en Lima. Canté una ranchera y gané el concurso. Pero estuve tan salada que los patrones me escucharon por la radio y me castigaron sin dejarme salir", lo recuerda más como anécdota que como otra cosa. Sin embargo, fue precisamente por eso, porque estaba sola y desamparada cuando los patrones la encerraron y le hicieron la vida imposible, que la jovencita Judith decidió casarse con el primero que se le cruzara en el camino. Y así lo hizo, se casó a los dieciocho con la esperanza de escapar hacia un lugar mejor, pero nada mejoró, sino todo lo contrario. ¿Usted se arrepiente de haberse casado tan joven? “No, porque tengo dos lindas hijas, ya realizadas como personas y como profesionales, a las que amo y adoro”, responde con determinación, casi instintivamente, pero me llama la atención ese balbuceo al final de la frase, como dando la posibilidad a una segunda respuesta. Con la voz más íntima y suave que pueda salirme, prosigo. ¿Si tuviese la posibilidad de regresar al pasado, qué cambiaría? (silencio) “Qué cambiaría…, humm”, lo piensa y repiensa. No se decide, lo vuelve a pensar. Ríe y se detiene al instante. “Creo que…”, ahora está seria, de una forma nunca antes vista pero todavía no se decide. ¿Qué es lo que no cometería? Baja la mirada y con algo más que pudor, manifiesta: “No casarme tan temprano, ¿no?”. No quiere seguir hablando de ello, revivir el pasado duele. A veces es mejor olvidar. Los recuerdos malos hay que tirarlos atrás y punto.
Ahora o nunca
La señora Judith se sube a la camilla para su sesión de masajes. La música que eligió es un huayno ayacuchano que llega a mí como el sonido de la lluvia al caer. El personaje alucinado y desinhibido al que nos tiene acostumbrado es inversamente proporcional a lo que en realidad es: la maquilladora y caracterizadora de Carlos Álvarez, dueña de un spá, que pronto reabrirá, buena cocinera y madre amorosa de dos hijas profesionales (psicóloga penalista la mayor; la otra, veterinaria). Alguna vez, también debutó en la pantalla grande cuando interpretó a Magaly Medina en la película ‘Mi crimen al desnudo’. Tiene una propuesta de programa en señal abierta e intenciones de escribir su autobiografía, si es que le alcanza el tiempo. Me pongo a pesar por qué se habrá hecho Tigresa a una edad improbable.
“Yo me di cuenta que me gustaba la música y todo lo que es el arte desde chiquita. No pude hacerlo de jovencita porque no tuve apoyo de mis padres, de nadie. El don que Dios me dio ha estado durmiendo dentro de mí. Y cuando mis niñas se hicieron profesionales hechas y derechas, yo me dije: Ahora o nunca, Judith, haz lo que te gusta”. Y pensar que todo empezó como jugando. “Claro, como una distracción que no hice de joven. Lo que yo quería, era ver como sonaba mi canción en la radio, sólo eso”. Su curiosidad la llevó a escribir ‘Nuevo Amanecer’ en su cuarto, grabarlo en un cassette y llevarlo a un arreglista para que le pusiera música. Judith me cuenta que ninguna radio le aceptó su canción pero esto no la desanimó. Viajó con un amigo a la selva para grabar el videoclip. Luego, alguien lo subió al youtube y el resto ya es sabido.
Cuando sale del gimnasio, visiblemente está más fresca, más relajada. Dice que una buena mano puede hacer maravillas, por eso siempre regresa todas las semanas.
Es hora de partir, pero ella no se irá sin antes haber firmado hasta el último autógrafo. La primera es una enfermera que tímidamente le alcanza un pedazo de papel, luego una señora que no deja de mirarla algo sorprendida. Judith, otra vez se convierte en la Tigresa del Oriente y hace bromas y da zarpazos al aire ¡grrr! Le dice algo al oído de la señora, que parece ser su admiradora, y ambas ríen largamente, festejan la ocurrencia. Dentro del ascensor que nos llevará hasta la puerta de salida del primer piso, le pregunto a la señora Bustos qué es lo que les dice a las personas cuando la reconocen, y me responde que “a las chicas les aconsejo que se tracen una meta y no esperen la edad que yo tengo para salir adelante. Si son señoras, que nunca es tarde para hacer lo que a uno le gusta hacer”. Entonces le pido que me diga, si es que se puede saber, cuál es su edad. “Yo tengo la edad que tú crees que yo tenga”, dice, mientras sonríe pícaramente esperando mi respuesta. Me pongo a pensar si sería conveniente bajarle muchos años o pocos. Ella parece disfrutar ese momento de indecisión. “Yo soy una persona física y mentalmente regia. Gozo de buena salud, me siento joven… ¿qué más puedo pedir? Riqueza yo no quiero, estoy bien así como estoy. Tampoco nunca he pretendido ser famosa. Si me metí en la música fue por hobby, y lo seguiré haciendo hasta que Dios me diga: Hasta aquí llegaste, tigresita”.
Es hora de partir, pero ella no se irá sin antes haber firmado hasta el último autógrafo. La primera es una enfermera que tímidamente le alcanza un pedazo de papel, luego una señora que no deja de mirarla algo sorprendida. Judith, otra vez se convierte en la Tigresa del Oriente y hace bromas y da zarpazos al aire ¡grrr! Le dice algo al oído de la señora, que parece ser su admiradora, y ambas ríen largamente, festejan la ocurrencia. Dentro del ascensor que nos llevará hasta la puerta de salida del primer piso, le pregunto a la señora Bustos qué es lo que les dice a las personas cuando la reconocen, y me responde que “a las chicas les aconsejo que se tracen una meta y no esperen la edad que yo tengo para salir adelante. Si son señoras, que nunca es tarde para hacer lo que a uno le gusta hacer”. Entonces le pido que me diga, si es que se puede saber, cuál es su edad. “Yo tengo la edad que tú crees que yo tenga”, dice, mientras sonríe pícaramente esperando mi respuesta. Me pongo a pensar si sería conveniente bajarle muchos años o pocos. Ella parece disfrutar ese momento de indecisión. “Yo soy una persona física y mentalmente regia. Gozo de buena salud, me siento joven… ¿qué más puedo pedir? Riqueza yo no quiero, estoy bien así como estoy. Tampoco nunca he pretendido ser famosa. Si me metí en la música fue por hobby, y lo seguiré haciendo hasta que Dios me diga: Hasta aquí llegaste, tigresita”.
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