A nadie le gusta que le mientan, menos si la ‘persona engañadora’ se trata de alguien en quien confiamos mucho. Trata de recordar la primera vez que te mintieron, aquella vez en que tu persona especial no te dijo la verdad. ¿Acaso no sentiste que algo se había quebrado y no importaba qué sucediese después porque dentro tuyo nada volvería a ser igual?
Sin verdad no hay confianza, y sin confianza ¿cómo podría sobrevivir una relación? Las sociedades no podría existir, o por lo menos, no tal y como las conocernos. Nadie cuestionará la importancia de la Sinceridad pero, a decir verdad, ¿realmente se practica éste valor en el diario vivir? ¿Conoces a alguien que no mienta nunca? Prácticamente imposible. Es más, nuestra sociedad no se caracteriza, precisamente, por ejercitar este valor. Lo común es que la gente oculte cosas de su vida y solo resalte las cualidades positivas, virtudes y logros. Inténtalo, por mucho que les preguntes no te dirán lo que verdaderamente piensan de ti.
La sinceridad es un valor antiquísimo, incluso mucho más antiguo que el hombre. Recuerda de qué forma el arcángel Luzbel se hizo de un tercio de todas las criaturas celestiales a base de mentiras. Pero pareciera que con el transcurrir de los años el verdadero sentido se ha venido a menos y tergiversado, gastado y vulnerado. Frases como las siguientes nos harán entender el nivel de divorcio entre lo que debería ser y en lo que se ha convertido este valor:
“Todo hombre es sincero a solas; en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía”. -Ralp Waldo Emerson
“El método más seguro de permanecer pobre es, sin duda, ser una persona franca”. -Napoleón
“Un poco de sinceridad es algo peligroso; demasiada sinceridad, es absolutamente fatal”. -Oscar Wilde.
“La sinceridad es el engaño eventual de todos los grandes hombres”. -Rembrandt
“No soy sincero, incluso cuando digo que no lo soy”. -Jules Renard
Provocadoras frases sin duda, muchas de ellas ingeniosas. En ellas es evidente percibir cómo la verdadera esencia de éste valor se desvirtúa, subordinándolo a un plano totalmente innecesario, meramente decorativo e inclusive perjudicial. Pero lo preocupante es que reflejan el pensar de gran parte de la sociedad. Nuestra sociedad.
Si hablamos de SINCERIDAD como palabra, ésta se remonta hasta la Grecia clásica. Los griegos, que tomaban especial énfasis a la educación en lo ético y estético, tenían siempre el anhelo de representar la belleza, a la que ellos consideraban irrepetible. Cuando una escultura estaba dañada, por el tiempo o por un mal golpe, y ésta perdía una parte importante como podría ser un brazo o una mano, no se buscaba volver a construir una nueva escultura, no se pedía volver a repetir el arte porque la belleza era irrepetible. La costumbre era reponer la parte dañada con cera.
Se cuenta que era común que, en las subastas y remates de entonces, alguien levantara el dedo para señalar una escultura y decir SIN-CERA (y lo que en realidad estaba diciendo era que esa estatua estaba íntegra). De ahí el origen de la palabra SINCERIDAD, íntimamente ligada al amor por la verdad, la integridad; valor contemporáneo que tanto escasea no solo en el ámbito laboral profesional, sino también en casa, incluso también en la iglesia.
Pero, ¿qué es lo que implica la sinceridad?
Para ser sincero sólo basta con decir la verdad. Lo sé, no es tan sencillo como parece. Es más, algunas veces cuesta no mentir. Pero la sinceridad no solo es territorio exclusivo de la palabra hablada y escrita, también involucra a nuestras actitudes. Cuando aparentamos lo que no somos para conseguir algo (ya sea trabajo, amistad, negocio, o en cuestiones académicas), se tiende a mostrar una personalidad ficticia: nos hacemos los más inteligentes, simpáticos, educados, exitosos… A lo mejor recuerdas ese refrán que empieza diciendo ‘dime qué presumes y te diré qué careces’.
La sinceridad es una virtud que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de las palabras y acciones.
La Sinceridad, al igual que los demás valores, exige de nosotros compromiso y consciente activismo sin pedir nada a cambio. La sinceridad no es moneda de cambio. Uno es sincero porque le nace serlo y no por ello demandará que la otra persona también lo sea. Pero quienes lo ejerciten obtendrán provechosos beneficios como, en el aspecto personal, crecer saludablemente. También te hace merecedor de la confianza y respeto de los demás, e incluso tu compañía generará seguridad porque todo lo que digas expresarán la verdad. Ser sincero no es una obligación pero es absolutamente necesario desarrollar esta capacidad a través de nuestros actos, día a día.
Nuestra sociedad no quiere más de lo mismo, demanda profesionales valientes que no teman decir la verdad a toda costa. La invitación está hecha, ¿tendrás el valor de ser sincero?
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